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sábado, 1 de marzo de 2008

"Señales de vida. Segunda parte", de Jorge Teillier y Juan Cristóbal

Fragmentos
Los ríos dan sabiduría

MAO TSE TUNG

1

Nos era difícil conocer las palabras de los hombres de las islas lejanas, especialmente en esos días de fiesta cuando las cervezas venían en los toneles del amo.


6

Nuestros días se parecían, a veces, a esos establos deshechos, donde los grillos cantan la última canción del colegio o cuando los trenes llegan vacíos como los avellanos negros del sueño.


9

Ya nadie quedó en los parques, todas las huellas se habían secado, incluso los mendigos no recordaban sus sueños de antaño, ni las estrellas sus nubes de aire. Pero alguien había escrito en las campanas rojizas: “Vendrá algún día el sol y removerá otra vez los escombros”.


11

Amor, ¿ves las telarañas? Crecen en tus ojos y dan vueltas como el sol en las sombras invisibles de tu casa.


12

No quisiste robar los frutos de los parques, ni ser indiferente con los secretos de los días, pero para no ignorar la luz clandestina de los cielos, no quisiste robar los frutos de los parques con la esperanza increíble de su muerte.





 









miércoles, 30 de enero de 2008

"Donde se relata el fin de esta historia", de Jorge Teillier y Juan Cristóbal

Capítulo XIII de la serie "La Isla del Tesoro"




Tripulante Glorioso del «Junneau», se acerca la hora de los hornos y debemos persignarnos en La Posada del Diablo para que las ortigas no hieran nuestros huesos. Una amiga de la Isla de Nunca Jamás, parecida al Hada de los Sueños, se embarca para ésa, le lleva un recuerdo a tu hija, mi católica y morada ahijada: una hermosa siempreviva y a tu hijo, el Parlanchín de los Vigías, un Mapa de Morgan, parecido a la luz parda de las ballenas cuando es poblada por el cielo transparente de los tulipanes y recuerdos. Te recomiendo, enséñale a la niña, la Posada del Sol y la Luz de los Abismos. Ella toma fotos y sabe mirar las estrellas con sus ojos. Puede contarte cosas de estos veleros idos a pique en toda la extensión de las cenizas, mientras diabólicos grumetes se alimentaban de calaveras de cordero llevadas a domicilio. Cuéntame cómo viven los amigos y los feligreses en Chosica: en las iglesias, en los cementerios y en las Casas de los Locos, las feroces comisarías y todos esos lugares donde el viento hace de las suyas con la lluvia y la sombra de los ríos. A todos los amigos les envío abrazos en vez de frutas. Por aquí son muchos los que sueñan con «el cofre de aquel muerto» cuando los más fieros piratas repetían: «¡Viva el ron! ¡Viva el ron!» y estábamos de acuerdo. Ya poco queda por hacer por estas playas, lo presiento, (el diablo y la bebida harán el resto): leer a Rilke, Milocsz y al feroz Dylan Thomas siempre más alegre que nosotros, paseándose lleno de sueños en su vieja calesita y en el tiovivo de los niños con sus 18 vasos de whisky a cuesta. No dejes, viejo amigo, de amar los abedules del granuja Serguei Esenin o el alcohol quemado de las noches desasidas. Ya no resisto más el peso de la realidad y los extramuros de mi vida, como dicen los mendigos de mi pueblo. Adiós y buen viento, no dejes de escribirme, que la dicha sea con vosotros y que los fantasmas e mi alma crezcan como los trigos en el campo o en el peñasco amarillo del silencio. Aprende a beber como los jóvenes la amarga cerveza del exilio.

















martes, 15 de enero de 2008

"Desde el 'Arroyo de los Muertos' ", de Jorge Teillier y Juan Cristóbal

Capítulo XI de la serie "La Isla del Tesoro"





Primo del Ron y Hermano de las Aves, muy mal me he portado contigo y con los tuyos al no mandarle un saludo de Año Nuevo. Pero, ¿por qué no pensar que cada día es un Año Nuevo? Tal vez porque estoy viendo la eternidad en el horizonte de mis manos y no sé como sobrevivo. Quizá Villon, Edgar o el viejo Dylan, siempre tan jóvenes, recen por nosotros allá arriba y callen a los del entrepuente que sólo señalan la fatalidad de nuestras huellas. Si ves a Penélope, devuélvele su madeja y no busques ciegamente tu linchamiento en los Tribunales del Condado, que el Contraalmirante Bola haga algo por tu vida. Tal vez sería mejor que, por ahora, sólo hablaras con las aves o con los historiadores ciegos del infierno.




en LA ISLA DEL TESORO, 1982.




sábado, 29 de diciembre de 2007

"A bordo del 'Bachellor's Delights' en el día de San Jorge", de Jorge Teillier y Juan Cristóbal

Capítulo IX de la serie "La Isla del Tesoro"





Amigo de todas las Naciones, vuelvo de un rápido viaje por las peores tabernas del Viejo Continente, donde los náufragos y locos (como nosotros) beben siempre un barril de ron en la mañana. (Discúlpame una pausa, es para beber un Santa Carolina tres estrellas en el incendio de los cielos. Estoy pobre como siempre, pero me he bebido más estrellas que cualquier general chileno. Arrojo esta botella al Mar de los Recuerdos para ver si nos comunicamos con los caracoles en el silencio milagroso de los huertos). Te cuento: nuestro amigo, el Imbunche, el duende devorador de peces y geranios en las cuevas de los mares y en los mares infernales de los hielos, sigue acechando el Asilo de las Ancianas Desamparadas, con malas artes. Algunos vigías, cuidadores de la inocencia, han pedido su expulsión por sus pésimas intenciones. En fin, como dice mi padre, es cosa de los cielos. Estoy leyendo un gran libro que te recomiendo, «Un hombre a quien le está prohibido vivir y morir a la hora de la fiesta». No sé por qué me gusta.

















sábado, 15 de diciembre de 2007

"Lo que se oyó desde un barril lleno de armas y cerveza", de Jorge Teillier y Juan Cristóbal

Capítulo V de la serie "La Isla del Tesoro"




Discípulo del viejo John Silver, voy a bordo del «Winnipeg», ese de 20 cañones de a ocho, junto a un amigo del vino y los otoños, del vuelo de las aves y del viejo Dylan Thomas y de los bravos bucaneros, peleadores en los muelles por ruinas o botellas. Prepara, como tú sabes, las amarras: llegaré pronto por tus playas para hacer con las nuestras ojos anaranjados en el día. En tus manos encomiendo mi alma para soñar con las gaviotas y ponernos en contacto con los fantasmas en el alba. Y esta vez, mi llegada no es el cuento del pirata. Prepárame posada y noticias de las almas. Poemas y mensajes a carbón de todos los sindicatos de la estrella, para guarecerme, como un oso, de la lluvia y de todos los brujos y los marinos en la aldea.




en LA ISLA DEL TESORO, 1982.








sábado, 1 de diciembre de 2007

"Código del Poeta en «La Isla del Tesoro»", de Jorge Teillier y Juan Cristóbal

Fragmentos del capítulo IV de la serie "La Isla del Tesoro"





        Un poeta tiene la obligación de hacer trabajar a su mujer y dejar que se muera de hambre su anciana madre».

        Un poeta debe pedirle plata a su sobrino para irse a beber con los amigos en la tarde y descubrir desde los espejos los ojos verdes de los ciegos.

        Un poeta jamás debe permitir que el cura le enseñe moralejas a sus hijos, ni religión a sus canarios ni persignarse a sus ahijados entre los geranios de la noche.

        Un poeta debe de hacer de su casa el segundo bar, y del bar su segunda casa.

        Un poeta debe tener amistad con los gitanos para que le adivinen el destino de su vida, para que jamás las cóleras del cielo se desaten en su tumba y para que en verano las luciérnagas lo salven de las garras oscuras de la muerte.

        Un poeta debe exigir a sus hijos que sean futbolistas o cantantes de tango en Europa para que ayuden a sobrevivir a su minusválida familia.

        Un poeta jamás debe llorar cuando una muchacha de ojos de ámbar lo abandona en el silencio de los puentes o en los callejones sombríos de los muelles.

        Un poeta debe soñar todas las noches con su amante y fusilar a los enemigos cuando le roban la memoria o el paisaje de los cantos.

        Un poeta debe morir sólo después de haber tomado la última cerveza en la mañana o después de haber fundado las estrellas y canciones con los niños en la lluvia.




en LA ISLA DEL TESORO, 1982 .




domingo, 18 de noviembre de 2007

"Aparece 'Black Dog' en los Consejos de Guerra", de Jorge Teillier y Juan Cristóbal

Capítulo III de la serie "La Isla del Tesoro"




Viejo tripulante de los Navíos Nocturnos, como sabrás los perros negros y salvajes han hecho de las suyas: han bombardeado todas las provincias de la costa y todos los sueños de los niños, y han poblado de sangre las calles y los anhelos del verano. La guerra parece desatarse y los corazones de los hombres ya no sueñan ni las primaveras bailan con los trigos. Me gustaría cambiarme de posada: mi corazón también sangra como mis padres en medio de las rocas, me agradaría, te lo confieso, llegar a una playa donde sobreviva como las huellas infinitas del silencio, pero no como un viejo vagabundo, pues los años pesan demasiado para dormir al aire libre viendo a las mariposas desaparecer en los aleros desgastados de la dicha, aun cuando las estrellas o los vientos nos sean favorables en el rostro. Partir ya no es una simple necesidad para tu amigo, sino el agua inconmensurable de los días. Bebe lo que puedas: por mí y por los amigos, por los gatos y el otoño. Por aquí, extrañas infamias parecidas a los lobos, surcan las galeras verdes de mis ojos, y ya no hay tiempo para nada, ni para envejecer en los molinos del Ingenio.




en LA ISLA DEL TESORO, 1982.










martes, 6 de noviembre de 2007

"Al poeta escondido en el valle. 'El árbol del ahorcado' ", de Jorge Teillier y Juan Cristóbal

Prólogo de la serie "La Isla del Tesoro"






Viejo filibustero, escucha, únete a los mares, de donde venimos pero donde nunca jamás hemos estado. Recuerda: no nos abandones en esta vieja y larga travesía, la poesía puede ayudarnos a sobrevivir a todas las miserias, además, un poema no le hace daño a nadie, salvo a los árboles. No sueñes con viajes interplanetarios: la realidad no puede superar a los reinos de la infancia. Tampoco hables con tus amigos de la guerra. De la guerra sólo pueden hablar quienes la han sufrido (como del amor), y si la hay, ten fe, que sobreviviremos (como del amor). Que tu vida sea usual «como el cielo que nos desborda». A tus hijos déjales como herencia un viñedo en el cual nos puedan recordar junto a los loros y a las buenas amistades, mientras evocan el ataque del capitán Garfio al Fortín de la Estacada, cuando se robaba niñas de lámparas azules en el viento.




en LA ISLA DEL TESORO, 1982.