miércoles, 22 de diciembre de 2010

Recuerdo de Jorge Teillier hablando sobre Eliseo Diego, de Hernán Lavín Cerda







La primera vez que nos vimos fue en aquella hermosa casa de la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba), en julio de 1966. Nicolás Guillen nos presentó en su oficina. Recuerdo que mi carta de presentación, aquella carta invisible, fueron los saludos fraternales que le enviaba otro gran poeta-niño de nuestra lengua, Jorge Teillier, desde Santiago de Chile, aquel Chile o País de Nunca Jamás, de siempre, de los dominios perdidos, aquel País de la Infancia sumergida en la bruma que sólo puede alimentarse de memoria. Teillier me había dicho durante el otoño de 1964 en el Parque Forestal, junto al Museo de Bellas Artes: "Si alguna vez viajas a Cuba, pregunta por Eliseo Diego. Es un espíritu sabio y silencioso: un poeta excepcional. En su voz resucita la infancia de todos, que estuvo a punto de extraviarse para siempre. Habla con él, búscalo, no dejes de verlo. Nicolás Guillen es el poeta más conocido y divulgado, pero Eliseo es la otra voz, la visión más íntima, la épica de la niñez prodigiosa, la voz y la imagen sensible de los mundos interiores, la presencia de los espejos familiares que sutilmente rescatan el rostro múltiple de quienes fuimos y seremos durante la infancia. Como yo, Eliseo Diego es un lector muy entusiasta de las novelas David Copperfield, de Charles Dickens, La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson, y El gran Meaulnes, de Alain Fournier. Aún no lo conozco en persona, pero lo leo y voy descubriéndolo con asombro y devoción. Tuve la fortuna de leer algunos poemas de su libro En la calzada de Jesús del Monte, que se editó por primera vez en 1949, y me sentí deslumbrado. Hay algo misterioso y casi clandestino en la voz de Eliseo: es un soplo subterráneo que hace vibrar los vasos comunicantes entre la vida y la muerte. 'Ah el terrible esplendor de estar vivo,' como dice en uno de sus textos. Si algún día viajas hacia el Caribe y llegas a la isla de Cuba, pregunta por él y no dejes de verlo. Búscalo, querido Hernán, y que Nicolás Guillen o Cintio Vitier te digan cómo encontrarlo".

En aquella casa de La Habana, bajo el calor y la humedad indomables, conversamos sobre la nueva poesía de Chile y de Cuba, así como de Teillier y de su libro El árbol de la memoria ("Qué bellos poemas y qué título más afortunado", me dijo)...















Fragmento de "Eliseo Diego: El habitante de la memoria",
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