Prólogo de la serie "La Isla del Tesoro"
Viejo filibustero, escucha, únete a los mares, de donde venimos pero donde nunca jamás hemos estado. Recuerda: no nos abandones en esta vieja y larga travesía, la poesía puede ayudarnos a sobrevivir a todas las miserias, además, un poema no le hace daño a nadie, salvo a los árboles. No sueñes con viajes interplanetarios: la realidad no puede superar a los reinos de la infancia. Tampoco hables con tus amigos de la guerra. De la guerra sólo pueden hablar quienes la han sufrido (como del amor), y si la hay, ten fe, que sobreviviremos (como del amor). Que tu vida sea usual «como el cielo que nos desborda». A tus hijos déjales como herencia un viñedo en el cual nos puedan recordar junto a los loros y a las buenas amistades, mientras evocan el ataque del capitán Garfio al Fortín de la Estacada, cuando se robaba niñas de lámparas azules en el viento.
Viejo filibustero, escucha, únete a los mares, de donde venimos pero donde nunca jamás hemos estado. Recuerda: no nos abandones en esta vieja y larga travesía, la poesía puede ayudarnos a sobrevivir a todas las miserias, además, un poema no le hace daño a nadie, salvo a los árboles. No sueñes con viajes interplanetarios: la realidad no puede superar a los reinos de la infancia. Tampoco hables con tus amigos de la guerra. De la guerra sólo pueden hablar quienes la han sufrido (como del amor), y si la hay, ten fe, que sobreviviremos (como del amor). Que tu vida sea usual «como el cielo que nos desborda». A tus hijos déjales como herencia un viñedo en el cual nos puedan recordar junto a los loros y a las buenas amistades, mientras evocan el ataque del capitán Garfio al Fortín de la Estacada, cuando se robaba niñas de lámparas azules en el viento.
en LA ISLA DEL TESORO, 1982.
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