miércoles, 28 de diciembre de 2011

Entrevista a Jorge Teillier, de Lorenzo Peirano



Lorenzo Peirano: Hablemos del poema "Nadie ha Muerto aún en esta Casa". Usted una vez me dijo que hay una premonición en este poema.
Jorge Teillier: Claro, era mi casa de Lautaro, pero nadie murió y todos murieron.

Se acabó la casa.
Claro.

Al poco tiempo vino el golpe…
No vino el golpe…

Sigamos.
Sigamos que es una casa de Lautaro, que es la casa construida por mi padre. Nadie murió, pero todos están muertos, porque ya nadie existe. Esa casa… yo la fui a ver y no había nadie, todos habían desaparecido. Pero eso lo supe antes del llamado pronunciamiento.

Ocurrió antes.
El poema, sí.

Por eso es como una premonición.
Sí.

Después vino el golpe.
Pronunciamiento digamos; para ser elegantes, para ser siúticos (toca madera).

Este poema no fue incluido en la antología del"Fondo de Cultura Económica". Curioso, ¿no? Debió haber estado.
Según su opinión. Según la mía…no, pero es bueno.

Descifrémoslo.
Un nogal. ¿Qué significa un nogal? Lo más antiguo, el cuidador. Las rosas, las viñas, había un parrón, todo. "Ninguna mano busca una mano ausente"(lee el poema); quiere decir que nadie busca a nadie. "El fuego (aún) no añora a quien cuidó encenderlo". Todos se van a ir; la casa se va a quedar sin fuego. "La noche no ha cobrado sus poderes". Todavía no ha llegado la noche. "Nadie ha muerto, pero todos han muerto"… por supuesto. Todos vamos a desaparecer. No es la muerte real, la muerte que todos tenemos que asumir, sino la muerte de una casa donde estaban sus habitantes. Murieron los habitantes, se acabó. Pero al final todo es optimista: los pasos van a ser los habituales; vamos a volver. "El fuego enseña a los niños su lenguaje / el rocío se divierte columpiándose en las rosas./ Nadie ha muerto aúnen esta casa". Después se borra todo, como se borran las casas. Pero fui a ver mi casa de Lautaro hace unos pocos meses. No había ningún habitante. Nosotros habíamos desaparecido; no quiere decir que estuviéramos muertos, excepto mi querido hermano Iván que está muerto, por supuesto.

Y también está muerta su madre.
Mi madre, sí. Pero la casa no esta muerta, está igual; está esperando. La casa me espera.

En su poesía siempre hay casas.
Un hombre sin casa no es un hombre.

Pero, ¿es una casa o son muchas casas las que hay?
Una.

La casa de Lautaro.
Digamos, la natal. La casa que los padres…

La casa de la infancia…
La casa que te dejaron los padres. No se puede renunciar a ella.







25 de febrero, 1995