Fragmentos del capítulo IV de la serie "La Isla del Tesoro"
Un poeta tiene la obligación de hacer trabajar a su mujer y dejar que se muera de hambre su anciana madre».
Un poeta debe pedirle plata a su sobrino para irse a beber con los amigos en la tarde y descubrir desde los espejos los ojos verdes de los ciegos.
Un poeta jamás debe permitir que el cura le enseñe moralejas a sus hijos, ni religión a sus canarios ni persignarse a sus ahijados entre los geranios de la noche.
Un poeta debe de hacer de su casa el segundo bar, y del bar su segunda casa.
Un poeta debe tener amistad con los gitanos para que le adivinen el destino de su vida, para que jamás las cóleras del cielo se desaten en su tumba y para que en verano las luciérnagas lo salven de las garras oscuras de la muerte.
Un poeta debe exigir a sus hijos que sean futbolistas o cantantes de tango en Europa para que ayuden a sobrevivir a su minusválida familia.
Un poeta jamás debe llorar cuando una muchacha de ojos de ámbar lo abandona en el silencio de los puentes o en los callejones sombríos de los muelles.
Un poeta debe soñar todas las noches con su amante y fusilar a los enemigos cuando le roban la memoria o el paisaje de los cantos.
Un poeta debe morir sólo después de haber tomado la última cerveza en la mañana o después de haber fundado las estrellas y canciones con los niños en la lluvia.
Un poeta tiene la obligación de hacer trabajar a su mujer y dejar que se muera de hambre su anciana madre».
Un poeta debe pedirle plata a su sobrino para irse a beber con los amigos en la tarde y descubrir desde los espejos los ojos verdes de los ciegos.
Un poeta jamás debe permitir que el cura le enseñe moralejas a sus hijos, ni religión a sus canarios ni persignarse a sus ahijados entre los geranios de la noche.
Un poeta debe de hacer de su casa el segundo bar, y del bar su segunda casa.
Un poeta debe tener amistad con los gitanos para que le adivinen el destino de su vida, para que jamás las cóleras del cielo se desaten en su tumba y para que en verano las luciérnagas lo salven de las garras oscuras de la muerte.
Un poeta debe exigir a sus hijos que sean futbolistas o cantantes de tango en Europa para que ayuden a sobrevivir a su minusválida familia.
Un poeta jamás debe llorar cuando una muchacha de ojos de ámbar lo abandona en el silencio de los puentes o en los callejones sombríos de los muelles.
Un poeta debe soñar todas las noches con su amante y fusilar a los enemigos cuando le roban la memoria o el paisaje de los cantos.
Un poeta debe morir sólo después de haber tomado la última cerveza en la mañana o después de haber fundado las estrellas y canciones con los niños en la lluvia.
en LA ISLA DEL TESORO, 1982 .
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