Resurrección en la tarde. Ya no está el muro
de los recuerdos.
Campana de fiesta
repica en la mesa
un plato de salmón del Cautín
y un vaso de vino nuevo.
Ángeles te cuidan
desde el corazón de los cerezos
y el barro de la ciudad
lo quita de tu cara
las manos generosas de la noche.
Como gotas de agua suenan los cascos
de un caballo negro y un caballo blanco
que pasan frente a la ventana.
Ebrio salgo tras ellos
por caminos que inventa la luna
de la que juntos huíamos hace años.
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