a Cristina
Quizás me escucharías
Si supieras que a veces mi lenguaje
Es del ciruelo que teme compartir sus frutos
El de los gatos
Que prefieren el tejado
A las caricias y al plato de leche
El de la estrella
Que muere para anunciar el Nacimiento.
Quizás podrías verme
Si mis manos fueran los pedernales
Que iluminaran los azules pozos de tus ojos.
Quizás me escucharías
Cuando en el País de la Escarcha ya no entonaran mis Salmos
Y se alzará la alabanza al pajar del verano
Donde el asno y el buey esperan a los Magos
y a Medianoche
Los pastores tributan el canto de los gallos.
Escucha –sólo por una vez— escucha:
Cuando mi celosa madre la Luna deje de conducirme
Yo entraré –como entraría el Padre—
Sin temor
A la Nochebuena de la vida
Reflejada en un sacerdotal candelabro de manzanas.
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