Ahora sólo puedo hablar
para los charcos donde se agitan luces lastimeras.
Para los juncos y los cuervos
que acechan los botes de los pescadores.
Recuerdo que estuve aquí en 1940. Con otros amigos
buscábamos pancoras entre las piedras. Un bote pasó
rozando los juncos. Quizás el mismo que se pierde
rozando por última vez el río.
Tú recuerdas, tú recuerdas
esta luna de principios de invierno.
Pero tu pueblo no era éste, tu pueblo
era de casas blancas bajo el sol del verano.
Ahora sólo puedo hablar
para la niebla venida del pantano.
La niebla borra la cara de los relojes
y se une al eco de las maniobras de soldados
que despiertan el fantasma del huerto de manzanas.
Tú recuerdas
que te hablaba de caminos fangosos
y de la niebla venida del pantano.
Pero tú no podías oír, tú eras
de un pueblo de casas de sol
bajo un día de verano.
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