I
El vuelo de las aves
es un canto recién aprendido por la tierra.
El día entra en la casa
como un perro mojado de rocío.
Mira: se encienden las hogueras de los gallos.
Los cazadores preparan sus morrales.
Los caballos los esperan
rompiendo con sus cascos
el cielo que apenas pesa
sobre lagunas de escarcha.
Tú eres un sueño que no recordamos
pero que nos hace despertar alegres.
Una ventana abierta hacia el trigo maduro.
Busquemos grosellas junto al cerco
cuyos hombros abruman los cerezos silvestres.
II
Un viento de otra estación se lleva la mañana.
Huyes hacia tu casa
cuando el viento dobla los pinos
de las orillas del río.
Ya no quedan grosellas.
¿Por qué no vuelven los cazadores
que vimos partir esta mañana?
Tú quieres que nunca haya sucedido nada
y en la buhardilla abres el baúl
para vestirte como novia de otro siglo.
III
El abandono silba llamando a sus amigos.
La noche y el sueño
amarran sus caballos frente a las ventanas.
El dueño de casa baja a la bodega
a buscar sidra guardada desde el año pasado.
Se detiene el reloj de péndulo.
Clavos oxidados
caen de las tablas.
El dueño de casa demora demasiado
--quizás se ha quedado dormido entre los toneles--.
Una mañana busqué grosellas al fondo del patio.
En la tarde este mismo viento
luchaba con los pinos a orillas del río.
Se detienen los relojes.
Oigo pasos de cazadores que quizás han muerto.
De pronto no somos sino un puñado de sombras
que el viento intenta dispersar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario