miércoles, 28 de noviembre de 2007

"Crónica del forastero", de Jorge Teillier


Fragmento



III



Los yuyos derrochan su oro al viento.
Estoy buscando caracoles para ponerlos al sol:
          “Caracol, caracol...”
El primer barco es detenido por un guijarro.
(Quién va a reparar nunca esa pena).

          Te hablo a ti, que has muerto.
          Tú has muerto, tu perro ha muerto ahogado.
          Pero si cierras los ojos vendrá a encontrarte a orillas del río.
          No temas: te hallarás con el niño que vivía a orillas del río.


Vives frente al molino.
La mañana está llena de carretas cargadas de trigo hasta el cielo.
El polvillo de la molienda inunda el patio.
Los mapuches pacientes esperan vender su escaso trigo.
Te asomas a la bodega a ver dormir los sacos.
Cavas la tierra en busca de tesoros guardados por los gnomos.
Si comes toda la sopa te llevarán al circo.
La primera vez que fuiste al cine te dio terror:
soldados en paso de parada se precipitan sobre ti.
Te enseñan a saludar con el puño en alto.
Es en 1938 y va a triunfar el Frente Popular.
Una vez te llevaron a la iglesia, pero sólo sentiste miedo
          ante las imágenes sangrantes.
Una anciana te dio una lámpara.
Durante años has buscado su luz,
para que te saluden las sombras de otro tiempo.

          Una lámpara humilde
          que revele las raíces,
          que haga crecer la oscuridad protectora
          contra la luz cruel y sin memoria.


En los ojos de los bueyes
ves hundirse el río la calle donde creciste.

Te llevan al cementerio
a dejarle flores a la hermana.
Había que arreglar la tumba familiar.
Restos de pequeños huesos chocaban con la pala.
Se sabe, sin embargo, que la vida es eterna.

Mañana de verano (harina y lomas amarillas). Subes a la carretela
          del panadero.
Yo te veo
doblar la esquina
perderte
una mañana de pájaros y leche.





a Octavio Smith, en La Habana











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