Estamos en la década de 1980. Jorge Teillier es un exiliado en Santiago de Chile. Su familia cotidiana son su compañera, Cristina, y los parroquianos-amigos del restaurante Unión, más conocido como la Unión Chica. La familia directa ha debido repartirse por el mundo.
En 1980 y 1981, por invitación de Enrique Lafourcade, el poeta escribe en el diario El mercurio. Con amena erudición, ofrece crónicas sobre bares, restaurantes y costumbres culinarias de Chile y de países por donde anduvo de visita: Perú, Panamá, España. Dedica varios relatos a costumbres culinarias del mundo de antaño y de entonces. No falta, por supuesto, alguna crónica sobre comidas y bebidas de La Frontera, el terruño natal.
Un recuerdo entrañable viene a mi memoria: primavera de 1981, hora de almuerzo en un restaurante en Papudo, con mi padre-poeta y Cristina. El disfrute es máximo: vista al mar, cariño, una conversación espléndida..., y mariscos y pescados que, por ausencia obligada del país, llevaba siete años sin gozar.
De la mano de esa añoranza, invito hoy al lector a sentarse real o imaginariamente frente al mar y encarar la lectura de estas crónicas con una docena de ostras y un vino blanco, para invocar mágicamente la compañía insuperable del poeta Jorge Teillier.
En 1980 y 1981, por invitación de Enrique Lafourcade, el poeta escribe en el diario El mercurio. Con amena erudición, ofrece crónicas sobre bares, restaurantes y costumbres culinarias de Chile y de países por donde anduvo de visita: Perú, Panamá, España. Dedica varios relatos a costumbres culinarias del mundo de antaño y de entonces. No falta, por supuesto, alguna crónica sobre comidas y bebidas de La Frontera, el terruño natal.
Un recuerdo entrañable viene a mi memoria: primavera de 1981, hora de almuerzo en un restaurante en Papudo, con mi padre-poeta y Cristina. El disfrute es máximo: vista al mar, cariño, una conversación espléndida..., y mariscos y pescados que, por ausencia obligada del país, llevaba siete años sin gozar.
De la mano de esa añoranza, invito hoy al lector a sentarse real o imaginariamente frente al mar y encarar la lectura de estas crónicas con una docena de ostras y un vino blanco, para invocar mágicamente la compañía insuperable del poeta Jorge Teillier.
Sebastián Teillier
Agradecimientos especiales a Camila Bralic
2 comentarios:
Llevo un tiempo siguiendo este blog y cada post que aparece me hace respirar hondo de nuevo.
¡Gracias!
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