Poeta, tú no tenías miedo de nada
pero temías tener miedo.
El abracadabra del sueño es siempre
una niña que nos ama sin reprocharnos
nuestra sed de noche ni la miseria
de nuestro espanto desmemoriado.
Te has vuelto una sombra nítida
hablando para siempre en voz baja,
cuando más bien eras invisible andando
por rieles alumbrados de polvo y hojarasca.
Ese traje bien hecho por el que sobresale
el cuello de tu camisa blanca como sol
enamorado del cielo ebrio de tus ojos.
Esa mirada donde cabe toda la soledad
invicta de la sangre, más solitario aún
que el río de tu memoria desandante
velando ante el espejo de la nada.
2010
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