domingo, 13 de abril de 2008

"Domingo en San Lorenzo de El Escorial", de Jorge Teillier





Día domingo en San Lorenzo de El Escorial. Las palomas duermen en el aire, como diría Rosamel del Valle, pero las campanadas del mediodía las despiertan, e irreverentes como siempre, van a posarse desde la Plaza del Centro a la cabeza de la estatua de Felipe II que no se cansa de contemplar el Monasterio que ha hecho perpetrar un innumerable número de sonetos a los poetas españoles, el Monasterio que el Rey se demoró treinta años en construir para lo que podríamos llamar eternidad.

Como buen chileno típico compro un diario y luego entro a tomar un aperitivo a un restaurante con nombre de bucaneros, que le sería grato a Robert Louis Stevenson; “El Doblón de Oro”. Uno de los barmen es enemigo de Caszely. “El gerente –así lo llaman en España- es un fanfarrón”, me dice. Pero otro lo defiende: “Dijo que haría más goles que Cruift y lo ha cumplido. Y con Solsona y él la selección española tendría la mejor ala izquierda de Europa”.

Salir de Chile para hablar asuntos de chilenos: “Para que no me olvides” encabeza el ranking de los discos más vendidos en España, pero no aparece el nombre de Óscar Castro, autor de la letra. Como ocurrió hace años cuando se omitió el nombre de Alejandro Flores, como autor de “Sapo Cancionero”.

Veo a la plaza llenarse paulatinamente de japoneses, turistas, esquiadores. Es Semana Santa y Madrid se ha vaciado. Dos millones de madrileños han salido fuera de la capital a pasar el “puente” del feriado del fin de semana. Pero yo no iré a la nieve, ni visitaré el Monasterio. Snob al revés, tampoco en París he visitado Notre Dame ni la Torre Eifel (“La Tour Eiffel ya no sonríe al Sol/ ¿Quién la hará reír? ¡El General De Gaulle!” como escribía Andrés Sabella).

Si hiciera una peregrinación sería a la tumba del poeta peruano Oquendo de Amat, que murió en este lugar en 1937, como recuerda Vargas Llosa, dejando como única posesión terrena una camisa roja. En medio del aliento frío del otoño castellano, puro como un doblón de oro, caminaré para regresar a Madrid hasta el lejano recinto de la estación, donde he hecho amistad con los ancianos vagabundos que no quieren ir al asilo porque odian a las monjas, y que disponen en medio de esta España que “mira a Europa” y se americaniza, de ese único tiempo que no es oro, el tiempo de la libertad que hace mirar sin prisa los trenes llenos de la gente con prisa. Adiós, entonces, día domingo en San Lorenzo de El Escorial.







'Especial para Las Últimas Noticias', 8 mayo 1976.









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