a Mary Crow
No soy un General activo ni en retiro
y sólo he sentido silbar balas en mis oídos
en las matinés de los miércoles y domingos
en el Teatro Real del Pueblo.
Allí aprendí que la justicia se hacía al margen de la Ley,
que estaba a cargo de Tom Mix, o Shane el Desconocido.
Al final los pillos, los malos y los delatores
serían castigados
y el jovencito se casaría con la niña.
Añoro los grandes espacios—trigales de las llanuras,
en estos valles estrechos y áridos
“donde el silencio se amortaja como si estuviera muerto”
y me llama la sirena de un bar de Tucson o Fort Collins.
No me gusta Búfalo Bill, torpe cazador de bisontes,
que vendió a Calamity Jane como artista de circo.
Estoy al lado de Sitting Bull y Crazy Horse
que decía que todos los blancos estaban locos
tan locos como Custer que murió con las botas puestas
junto a su Regimiento de asesinos de niños y mujeres
no sin antes pedirle un día de tregua a los Sioux para escapar.
Nostalgias del Far West. Nostalgia de Globe—Trotters
y de los pioneros.
Saludo a los Hermanos Clayton y Doc Holiday
el mejor pistolero y dentista del O.K. Corral.
Estoy donde Don Rocha frente a un vaso de whisky.
Sí, nostalgias del Far West, nostalgia de rebaños
y trigales infinitos, de lunas azules y de un tiempo sin tiempo.
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