Heidi generosa poda ramas de ciruelos
en casa de Enrique quien dice creer en Dios.
Heidi quisiera tener un abuelo pastor de cabras,
pero es raro hallar a Dios y murió el pastor de cabras
Con Heidi no temo atravesar las calles
y en “El Huerto” me invita a tomar una cerveza.
Yo que un día quise ser pastor de nubes
gracias a ella tengo un brindis de espuma.
¿A quién hallará Heidi vestida de blue jeans
preocupada de la salud marítima de los buzos?
Tal vez a un antepasado que soñaba en los Alpes
o a un amigo que despierta cantando a la Piaf.
Heidi, a quien un día retrató Durero,
cuyo rostro es un poema de Dylan o Chuck Berry,
recibe este saludo de quien no espera nada,
sino el milagro azul de estrellas de otro siglo.
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