No es fácil contar sólo con una sonrisa rota y tu letra diminuta
dibujando un poema que aún no logro descifrar,
y tus nueve gatos ¿o eran trece?,
tampoco decirte adiós.
No vayas a creer que puedes huirte ahora
de la efímera gloria entre comillas
aunque te repugnen los fuegos de artificio
y resoplen con furia los remedos
del último verano en la frontera.
Pasajero de este tren desvelado,
acaso regreses en la estación que se aproxima
para recolectar todas las manzanas
expulsadas del paraíso.
Te mando un beso esta mañana de abril,
la última de tu encierro, la primera
del molinero amable que serás.
El sur te espera con sus frías monedas de plata,
para cubrirte los ojos como al angelito del velorio,
aunque hayamos perdido las alas de nuestras infancias.
Ahora, un poco de viento
otro poco de árboles cargados de lluvia
y ya nos vemos.
23 de junio 2015