Para encontrarnos con Allen Ginsberg recurrimos al azar, que parece seguir siendo el mejor medio para reunirse con un poeta. Así fue como al pasar un mediodía frente al Hotel Panamericano entramos a preguntar por el líder de la “beat generation”. Mientras nos comunican que debe partir de un momento a otro a Concepción, lo vemos aparecer y nos acercamos a saludarlo. Su aspecto varía entre el de predicador religioso, comerciante ambulante y guerrillero cubano: frondosa barba, melena, desaliñado atuendo y un equipaje consistente en un gran bolso de buhonero y una caja de cartón.
Conversamos en castellano, que Ginsberg habla en forma bastante fluida. Nos explica que lo aprendió durante sus viajes por el Caribe, cuando era marinero mercante, y en su estadía por varios meses en México (Chiapas y Yucatán). Al poco rato, para ilustrar mejor sus palabras, abre la caja de cartón que nos había intrigado, y nos muestra una serie de libros de nuevos poetas y prosistas norteamericanos, y algunas revistas y folletos que nos regala, como un predicador que viene a dejar su Evangelio al sur del Trópico de Capricornio. Es característica, nos parece, en Ginsberg, una actitud de avidez y curiosidad que se exterioriza en un afán de conocer cosas nuevas (apenas llegó a Santiago partió al Zoológico, en donde se hizo amigo del oso hormiguero, y luego visitó el café “Bosco”, en donde trabó amistad inmediata con algunos poetas), o de hacer proyectos como el de estar varios meses en Chile, y luego atravesar a pie la Cordillera. Podríamos llamarlo, sin temor al modismo, un “angurriento”, calificativo criollo que quizás le sería grato, pues durante la charla se autocalificó de “roto choro”.
Nos sorprende la destreza con que Ginsberg amarra nuevamente su equipaje. Nos explica que esto se debe a que durante un tiempo fue dependiente de almacén. Actualmente ha vivido gracias a sus ingresos que le proporciona su libro Howl (8 ediciones y más de 40.000 ejemplares vendidos desde 1956. Recordemos que además en Chile hay una edición de este poema traducido por Fernando Alegría). Además, ha grabado en disco sus poemas, y hace clases de composición en un colegio de San Francisco.
Así ha llegado al éxito terreno este poeta, a los 33 años, después de vivir y escribir en el infierno –como dice William Carlos Williams en el prólogo de Howl– y recorrer un vía crusis en el cual quedaron su madre Naomi, muerta en un Hospital de alienados, y su amigo Carl Solomon, encerrado actualmente en un Hospital de alienados. Su libro –conviene recordarlo– fue perseguido por la policía en nombre de la moral, lo que lo hace emparentarse con Baudelaire y Henry Miller.
De su conversación, asaz fragmentaria, recordamos algunas afirmaciones:
- Mi maestro es el gran poeta William Carlos Williams. Él renovó la poesía norteamericana, rompiendo con la retórica tradicional, al escribir versos medidos de acuerdo a la respiración y no al acento. Completó la revolución iniciada por Whitman, pues Williams escribe en versos cortos, al contrario de los versos de gran aliento de Whitman.
- Admiro profundamente a Jack Kerouac (nuevo Buda de la prosa americana). Su último libro de poemas México Blues es maravilloso. También admiro al prosista William Seward Borrouhs, autor de Naked Lunch, y a los poetas Gregory Corso (autor de Gasoline, John Wieners, autor de Hotel Wentley Poems), y al poeta católico Phillip Lamatia. (Al referirse a este último, Ginsberg nos dice que no es un católico muy ortodoxo, pues su mayor deseo es ser papa. Por su parte, Ginsberg nos dice que a él no le gustaría ser nadie, ni siquiera Ginsberg).
- Mi amigo Carl Solomon permanece aún en el manicomio. Está empeñado en demostrar que es mucho mejor estar enfermo que sano. Lleva cuatro años en esta broma.
- Casi nunca me interesan las novelas. Leo principalmente prosa lírica, escrita de una manera espontánea, y poemas. Tampoco me interesa el género de la “science–fiction”.
- Detesto la política cuando veo que las grandes naciones no hacen más que armarse. El verdadero camino de la salvación es el de transformar el alma de los individuos.
- Me gustaba Fidel Castro, pero me parece mal que haya prohibido fumar marihuana.
Sobre el tema de los narcóticos, Ginsberg demuestra sentir extraordinario interés. Averigua cuáles se pueden encontrar en Chile. Le recomendamos el chamico (“datura estramonio”) que V. P. Rosales señala en su Historia como estupefaciente usado por los mapuches durante sus ceremonias mágicas.
Ginsberg demuestra especial interés por indicarnos que él y los miembros del Grupo de San Francisco, además de otros muchos jóvenes poetas de EE.UU. están empeñados en escribir en forma “espontánea”, sin limitaciones retóricas. Así el último poema largo de Ginsberg “Kaddish” dedicado a la memoria de su madre, fue escrito en una sola noche; John Wieners escribió sus poemas del Hotel Wently como una especie de diario de vida. Le indicamos a Ginsberg que hay cierta similitud con la escritura automática preconizada por el surrealismo, pero él la niega. De todos modos, es evidente cierta semejanza. Hay similares procedimientos de ataque a la literatura y al modo de vida oficial, y es así como mientras los surrealistas editaban “la revista más escandalosa del mundo”, Big Tagle, revista de la cual es uno de los directores Allen Ginsberg fue confiscada por escandalosa de acuerdo a una orden judicial. Por otra parte, hay mucha admiración por Antonin Artaud –Michel Mc Clure ha publicado un libro de poemas en su honor recientemente–, y por Jacques Prévert, especialmente en su primera época.
Una modalidad original de estos poetas es la de unir la poesía a la música de jazz. Kerouac y Ferlinghetti la iniciaron, grabando poemas con singular éxito.
Es interesante el interés existente en el grupo de Ginsberg por lo latinoamericano. En el último número de la revista Yugens se publica un poema de César Vallejo, con una nota en la cual se dice que es el mayor de los poetas de Sudamérica. Se anuncia para este año la publicación de los Antipoemas de Nicanor Parra, por City Lights –la misma editorial que publicó Aullido (Howl). Cuando triunfó la revolución cubana, varios poetas, Kerouac entre ellos, publicaron un homenaje colectivo a Fidel castro. Mientras conversábamos, llegó Lawrence Ferlinghetti, quien nos entregó un poema dedicado a pedir la renuncia de Eisenhower.
Anunciar que va a partir el bus que llevará a Los Cerrillos a los poetas. Ginsberg se despide, anunciándonos que volverá a Santiago por algún tiempo. Se echa su bolso al hombro, y parte a difundir al sur de Chile el evangelio de la “beat generation”.
en Ultramar, Santiago, N°3, de abril de 1960